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Mutualismos que implican cambios en el comportamiento

Publicado por Victoria González

El mutualismo es una interacción ecológica en la que se produce una asociación entre dos especies acarreando un beneficio para ambas. La simbiosis, a su vez, es una interacción de mutualismo en la que se produce una integración física íntima entre dos especies. Un ejemplo de mutualismo simbiótico es el que se produce entre Rhizobium y las leguminosas. Un ejemplo de mutualismo no simbiótico es la polinización. Los mutualismos simbióticos pueden ser:

– Superficiales: el organismo simbiótico se desarrolla en la superficie del otro organismo.

– Extracelulares: el organismo simbiótico se desarrolla en las cavidades del hospedador.

– Intracelulares: el organismo simbiótico se desarrolla en las células del hospedador.

– Extra/intracelular: se desarrolla tanto dentro de las células como en las cavidades.

La mayor parte de los mutualismos son generalistas, aunque también hay mutualismos específicos muy interesantes: por ejemplo, en el género Ficus hay 900 especies, y cada una es polinizada por una avispilla diferente. Son mutualismos tan específicos que un cambio genético en Ficus induce un cambio genético en su organismo simbiótico, lo que puede acabar produciendo coevolución.

Existen otras interacciones menos habituales:

– Comensalismo: interacción por la cual un organismo sale beneficiado, mientras que el otro apenas se ve afectado. Un ejemplo es la dispersión de frutos o semillas adheridos a un organismo con picos o púas.

– Amensalismo: un organismo sale perjudicado y otro no se ve afectado. Son casos extremos de competencia fuertemente asimétrica. Por ejemplo, en Sierra Nevada (Granada, España), la cabra y una especie de escarabajo compiten por el mismo recurso: una crucífera leñosa de la que se alimentan. La competencia es muy asimétrica. Si excluimos a la cabra, la población de escarabajo aumenta mucho, sin embargo la presencia de escarabajo no afecta a la cabra.

Tipos de mutualismo:

Que implican vínculos recíprocos en el comportamiento: son interacciones en las que se producen cambios en las pautas de comportamiento (en animales), o que conducen a la aparición de estructuras morfológicas especializadas (en vegetales), orientadas a proporcionarse un beneficio mutuo. Por ejemplo, la acacia tiene espinas de gran tamaño en forma de cuerno hueco que son usadas por las hormigas. La acacia tiene los llamados “cuerpos beltianos”: son nectarios extraflorales que producen sustancias ricas en proteínas y que recolectan las hormigas como fuente de alimento. Las hormigas defienden a las acacias de los ataques de los herbívoros y de otras plantas competidoras, llegando incluso a cortar tallos de otras plantas que se introducen en el follaje de las acacias. Este mutualismo ha evolucionado varias veces en varios pares de especies hormiga-planta en diferentes continentes.

Mutualismos que implican el cuidado de cultivos o ganado

Una especie protege y mantiene a las poblaciones de otra especie, y las usa como fuente de alimento. Sin esta interacción, la especie que es usada como fuente de alimento tendería a extinguirse. El más claro ejemplo es el hombre con el ganado y los cultivos. El hombre los explota, pero si dejara de hacerlo estas especies acabarían por desaparecer, ya que son poco competitivas. Otro ejemplo son las hormigas cortadoras de hojas. Los trozos de hojas son sustrato para el crecimiento de hongos. Estos hongos no se han encontrado fuera de los hormigueros, que parecen ser su hábitat. Cuando las hormigas fundan una nueva colonia, la reina lleva esporas o filamentos de los hongos. El impacto de estas hormigas sobre los bosques tropicales es enorme: pueden llegar a consumir más del 15% de la hojarasca producida en los mismos.